Rincones Urbanos



















Puerto Varas es una pequeña localidad ubicada a orillas del Lago Llanquihue y refugiada tras Volcán Osorno, al sur de Chile. Cada año cientos de visitantes vienen a contemplar nuestro privilegiado paisaje, nuestra característica arquitectura alemana y a recorrer nuestras calles mejor pavimentadas.


Pero, ¿qué rincones se esconden tras el imponente Volcán Osorno?, ¿qué escondrijos acunan al lago? ¿dónde habrán quedado los primeros besos de algunos?, ¿y los últimos de otros?, ¿en qué lugar descansa la colilla de ese cigarro fumado hace 15 años?, ¿y la que fue fumada ayer, después de clases?, ¿dónde flotan esas extensas conversaciones, acompañadas de un café?, ¿entre qué árboles se ocultan las últimas notas de una guitarra viva?

“Rincones Urbanos” recoge, fotografía, lee, siente y descifra cada uno de estos lugares, cada rincón oculto en esta escarchada ciudad. Hace un recorrido turístico paralelo al convencional, una radiografía a la ciudad, rescatando todos aquellos lugares que si bien no son monumentos ni sitios de interés turístico, son rincones cargados de significado para todos quienes hemos vivido del aire puertovarino.

Esta sección está dedicada a todos ellos, a quienes esperan ansiosos rendir sus exámenes o la llegada de algún fin de semana largo para volver a fumarse un pucho en la línea, a aquellos que miran con nostalgia el sitio en que se desvelaron con sus amigos hace más de 15 años, a aquellos que en un futuro recorrerán estos rincones, y a aquellos para los que la estación es más que una estación y “el queso” es más que una escalera amarilla y agujereada.

Un homenaje a todos esos rincones, cuya supuesta insignificancia alberga nuestros más lindos momentos y calla nuestros más grandes secretos.







Estación y línea: dos guaridas.

Si de los muchos rincones urbanos que alberga esta melancólica ciudad, nos propusiéramos rescatar aquellos que marquen de forma especial momentos y tendencias en la historia urbana reciente de Puerto Varas, sin dudas mencionaríamos dos: la estación y la línea del tren.
Ambos lugares adquieren su importancia por ser (o en el caso de la estación, haber sido) sitios de encuentro para muchos jóvenes, cuyas horas e historias ahí acaecidas le otorgan a ambos sitios el valor sentimental que hoy tienen para quienes pisamos estas tierras.

La estación.

La estación de Puerto Varas fue construida por los ferrocarriles del estado, con el fin de impulsar el turismo, actividad de la que históricamente ha dependido nuestra ciudad.  La actual biblioteca Paul Harris era la estación terminal del Rápido de los Lagos hasta 1906 y poseía servicio de Autotrén. En el año 2005 se remodeló la estación, y se inauguró una Sala Cultural donde se efectúan exposiciones, y se trasladó hacia allá la biblioteca municipal.
Sin embargo no es su relevancia histórica o cultural la que hace de este lugar un rincón urbano.

La estación nunca logró establecerse con fuerza como tal, por lo que su existencia se prestó para más diversas actividades que la utópica espera de pasajeros por su tren.
Hacia el año 2006 la estación era el rincón urbano del momento. Un sitio para pasar el rato con los amigos, agradable por su resguardo y a la vez abrigo, ofreciendo techo pero en ningún caso paredes, puertas ni nada que dificultara la entrada a quien quisiera desaparecer un rato. Buena acústica para quien quisiese cantar. Buen aire para quien gustara divagar.

Si bien la estación ha  perdido gradualmente aquella magia que alguna vez tuvo, actualmente no está 100% obsoleta. Gracias a la sala cultural y biblioteca que ahí se encuentran, ha logrado acaparar, de vez en cuando, amantes del arte, del yoga, de la danza o del cine, según sea la actividad que ahí se realice.
Hoy, es también lugar predilecto para skaters y bikers, quienes hacen de ella una verdadera pista para ruedas.
Y de vez en cuando, algún fumador melancólico, camina por ahí.

Pero, si la estación dejó ser el lugar para conversar y fumarse un pucho… ¿dónde se hace hoy? ¿Dónde se juntan después de clases los jóvenes? ¿Dónde caen las colillas de sus cigarros? Para descubrirlo basta con salir de la estación y caminar por los rieles del tren, hacia el sur.


La línea del Tren.
El proyecto de construcción de una línea férrea entre Osorno y Puerto Montt comenzó a discutirse en 1905, durante el gobierno del presidente Germán Riesco, y fue aprobado a fines del 1906, siendo presidente Pedro Montt. Consideraba un tendido de 126 km a ejecutarse en un plazo de 5 años, a contar del 12 de Junio de 1907. La obra fue adjudicada a la empresa de don Pedro Rosselot, contando con la participación de 500 trabajadores. Fue terminada el 15 de Octubre de 1911, iniciándose el funcionamiento provisorio del ferrocarril. A fines de Julio del 1912 comenzó a operar el transporte de pasajeros y al año siguiente el de carga. Lo que no sabía Germán Riesco, Pedro Montt ni Pedro Rosselot era que lo que realmente estaban construyendo allí eran sillas y ceniceros.

¿Hoy, la línea? Es cierto, no sirve de nada. No lleva ni de allá para acá, ni de acá para allá. Ni personas, ni cargas, ni personas cargadas, ni cargas personales. Es como una cicatriz en la tierra, un meridiano visible o una escalera que no sube ni baja.

Generalmente, sobre los rieles pasan los trenes. En Puerto Varas, sobre los rieles pasan historias. Se apoyan guitarras, mochilas y diversos traseros. Los durmientes se transforman en ceniceros y la vía férrea completa  se transforma en un punto de encuentro, de relajo y socialización.
Para parte de los jóvenes puertovarinos, resulta casi imposible rechazar una invitación a la línea. ¿Por qué se comienza a ir? Por rebeldía, por tradición, por imitación, por tirar pinta, porque no hay dónde más. Para hacer hora o para deshacerse de las horas. Sea como sea, la línea del tren es uno de los rincones urbanos preferidos.

A eso de las cuatro de la tarde, se puede hacer un estudio sociológico observando la línea del tren. A ella acuden principalmente germanianos e inmaculadenses, pertenecientes ambos a la especie Homo Sapiens Sapiens, sólo que con distinto uniforme. Son ellos los más fehacientes participantes, debido a la cercanía de la línea con sus colegios. No obstante a ello, este rincón urbano no está absento de ser visitado por alemanienses, puertovarienses, pedro aguirre cerdienses, entre otros. A lo largo de los rieles, se forman diversos grupos.

La línea se divide en “a la derecha del puente” y “a la izquierda del puente”.
Sentarse en la línea genera diversas sensaciones. Eres libre de ir hacia la derecha, hacia la izquierda o sentarte a estorbar a un ferrocarril que no pasará. Casi se puede sentir la infinidad hacia ambos costados.
¿Pero por qué la línea, y no otro lugar? Definitivamente, porqué ahí entramos todos.


La Gruta.

La construcción de la anteriormente mencionada línea férrea significó la completa destrucción de la que hasta entonces era la gruta de Puerto Varas, ubicada al pie del Cerro Calvario. Por esto, el 11 de febrero de 1911 se inauguró la nueva Gruta de Lourdes, que al igual que la anterior, fue obra del Padre Duschl.
La Gruta de Lourdes fue construida en calle San Francisco, frente a la Iglesia, lugar en el que se mantiene hasta hoy.

Al centro de la gruta se puede apreciar su característica pileta, cuya belleza nos hizo famosos gracias a Colún  durante la Teletón 2011. Además, hay varias bancas, pasto verde, flores y árboles que hacen de este sitio algo realmente agradable a la vista. Frente a la pileta, y un poco más arriba, está la también clásica Virgen de la gruta, a la cual se le hacen mandas. Hace varios años se le acusó a esta virgen llorar sangre, pero finalmente no eran más que pequeños frutos maduros que caían en su cara producto de la temporada, dando la impresión de que lloraba sangre.

La gruta  ha debido ser restaurada en más de una ocasión  producto del descuido y delincuencia de la que ha sido víctima, provocando que nuestra querida gruta falte a la estética, belleza y cuidado que la caracterizan. Satisfactoriamente, ahora este descuido y falta de estética se ha concentrado en forma de “mall”, librando de todo pecado anti-estético a la gruta y tapándola a ella y a la Iglesia de cualquier mirada que pudo haberse posado sobre ellas. Pero como está al lado y no encima, esta vez no habrá restauración. Por lo menos ni Dios ni la Virgen nos van a ver entrar al mall.

En fin, a lo que nos convoca: la gruta es un centro de oración y agradecimiento a la virgen, pero no por esto es parte de los “rincones urbanos” semi-tradicionales de nuestra ciudad. Es escala frecuente en el trayecto desde el colegio hasta el preuniversitario de la “tía Ceci”, y desde allí hasta el centro. Es también punto de encuentro si se va desde el centro hacia arriba o desde arriba hasta el centro. No precisamente por que sea indispensable pasar a rezar, sino más bien porque cumple con las características de un buen refugio.

Sobre la pileta, el pasto, las bancas y la Virgen hay un espacio muy  querido por los jóvenes. Entre los árboles y los arbustos se han refugiado por años después de clases, ya sea a fumar un pucho, a conversar, a correrse o el preferido de la gruta: demostrar el afecto mutuo entre dos seres humanos, muchas veces faltando a la moral y a las buenas costumbres. Lo bueno es que nadie puede reprocharte el estar en la gruta, total, ahí se va rezar. 

                                              
Plaza

La plaza de Puerto Varas data de la última década del siglo XIX. Antiguamente, a su costado, se encontraba la iglesia de la ciudad, pero tras su incendio en el año 1911 esta fue trasladada al sitio en que se encuentra actualmente y que acabamos de mencionar.

La plaza constituye un punto neurálgico de la ciudad. Es lejos el punto de referencia más usado, la pregunta por ubicación más frecuente de los turistas y una de las respuestas al ¿dónde estás? más utilizada. Una de sus calles que se encuentra techada, y ahí se producen los principales eventos que se realizan en la ciudad (El Día del Küchen, Conciertos Populares, Fiesta de Árboles de Navidad,  Bierfest, entre otros).

Hemos considerado la plaza a la hora de integrarla a los “rincones urbanos”, ya que a pesar de ser un sitio clásico y convencional de la ciudad ha sido también, por mucho tiempo, un lugar de encuentro para los jóvenes puertovarinos, un rincón urbano.

La plaza ha tenido sus bajos y sus altos, pero nunca ha dejado de estar vigente. Ha sido de los bohemios por momentos, de los zorrones también, de amantes del skate o bicicletas a ratos,  e incluso en su momento fue el epicentro del ponceo pokemón.

Actualmente la plaza es más de todos y menos de grupos. En verano, cuando el sol visita a la  Ciudad de las Rosas y la llena por fin de rosas, los puertovarinos (la mayoría con un complejo de lagartija bastante desarrollado) salen a tomar sol, socializar, guitarrear o compartir un helado y la plaza se convierte casi en la copia feliz del Edén, pero con más lagartijas y menos serpientes.


                                                                          
El muelle

El primer muelle que hubo en Puerto Varas  data de los inicios de la colonización alemana, a fines de 1850. Sin embargo, el muelle que hoy conocemos fue construido en los años 70 aproximadamente. Al costado izquierdo de este se incorporó el muelle de madera,  el cual es visitado por turistas y residentes para lograr una de las postales más características y cotizadas de nuestra ciudad.

Actualmente, el muelle constituye el epicentro de la farándula criolla, el lugar preferido para hacer fotosíntesis los viernes en la tarde y el predilecto para los paseos familiares durante el fin de semana. ¿Cómo no amar el muelle? Tiene bancas para quienes no gusten de humedecer sus posaderas y pasto para quienes no gusten de un respaldo. Tiene lugares a la sombra y otros al sol. Uno que otro artesano guapo vendiendo aritos de cobre. La más amplia diversidad de especímenes observables en esta pequeña ciudad.  No tiene hora de apertura ni hora de cierre.   Y a pesar de ser un sitio establecido y clásico de la ciudad, es sin duda de los rincones urbanos predilectos actualmente.

Es sin lugar a dudas uno de los lugares con la más imponente vista que posee esta no tan imponente ciudad. Ya sea para ver en el lago el reflejo de las nubes en el  día, o el reflejo de las estrellas y la cruz del cerro Phillipi por la noche; el muelle posee por lejos la mejor ubicación para tal espectáculo.

Esperamos poder seguir disfrutándolo, y que ningún edificio nos tape nunca el más lindo que tenemos: el  inmenso volcán Osorno, que está siendo siempre observado desde el insignificante pero nuestro muelle. Nuestro querido pasillo al lago.


El Queso.

La Casa Kortmann fue construida el año 1926. Posteriormente, esta casa fue restaurada para transformarse en la actual “Guest House”, hospedaje del cual es dueña la conocida puertovarina Vicky Jhonson. “The Guest House” se mantiene hasta el día de hoy en el mismo lugar en el que fue construida hace ochenta y siete años, frente a la Universidad Gabriela Mistral.

¿Qué hace que integremos esta casa de huéspedes entre nuestros queridos rincones urbanos? Su peculiar escalera amarilla y agujereada, características que han hecho que sea bautizada y conocida hasta el día de hoy como “El Queso”. Un dato curioso es que fue apodada de esta forma por una alumna del colegio perteneciente a la generación 2011.

El Queso ha albergado por muchos años a los pequeños escolares que se refugian ahí para esperar al furgón o a sus padres, después de clases. Más tarde, el  queso es invadido por jóvenes, quienes hacen del éste un punto de encuentro y de conversación muy agradable por su cómoda ubicación, sus múltiples escaleras y sus prácticos agujeros para observar hacia la calle, que han hecho de este rincón urbano un clásico de clásicos.




Los “basureros” de madera.

Resulta casi imposible caminar por Puerto Varas sin advertir la existencia de una gran cantidad de estructuras abiertas de madera, similares a una caja, una jaula, o a un intento fallido de basurero.

La alternativa correcta es la última. Estos misteriosos y surrealistas paralelepípedos que han colonizado la ciudad no son más que un intento de llevar a cabo un Puerto Varas que limpio y que recicle. Por esto, fueron instalados por toda la ciudad, desde el centro hasta el Parque Ivian, pasando por Colón, Purísima y quién sabe dónde más. Es imposible contarlos y no hay certeza de cuántos son, dónde quiera que se vaya siempre se es sorprendido por más de alguno. Curiosamente, las estructuras fueron construidas antes de recibir o siquiera ver el container de basura que sería encajado ahí, por eso, cuando fueron recibidos se dieron cuenta de que las medidas no coincidían…y ahí quedaron, hasta el día de hoy….¿vacíos?

¡No! No se puede desperdiciar tal proeza arquitectónica, y los jóvenes puertovarinos se han encargado de ello. Si bien algunos cajones han sido ocupados por basura, a pesar de la ausencia de contenedor, otros han sido ocupado de manera más inteligente: como un rincón urbano. Esto se ha dado de manera especial en los que se ubican cerca a colegios o a la línea del tren, la madre de todos los rincones.

Se han transformado en perfectos asientos para hacer hora antes de ir al preuniversitario, o simplemente para juntarse a socializar o pololear después de clases. Su forma permite crear un grupo de conversación no cerrado, pero casi. Siempre puede entrar más gente, y aún así todos los integrantes se miran las caras. ¡Parecen como mandados a hacer!

Como dicen las abuelas, no hay mal que por bien no venga.




Bibliografia

Entrevistas con:
Sofia Boegel Felmer
Adriana Asenjo Boegel
Jose Coronado Coronado

Charbel Kauak 

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